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El entrelazamiento cuántico.


Desde hace varias décadas la física cuántica nos ha abierto las puertas de lo increíble, muchos lo llaman la madriguera (del cuento de Alicia en el país de las maravillas). Es un mundo tan bizarro que las cosas aparecen y desaparecen, las partículas entrelazadas se comunican a velocidades mayores que la de la luz y lo que es sólido en realidad está vacío al 99%. Maravilloso ¿cierto? ¿Pero que tiene esto que ver con la voz?  Muchísimo. Para un gran número de personas, mente, cuerpo, pensamiento y energía no tienen una conexión aparente, sin embargo, en mi humilde opinión sí; no quiero adentrarme demasiado en la madriguera, esto sería objeto de  una extensa discusión que por demás ya se viene dando en otros escenarios desde hace décadas. A donde quiero llegar es al punto donde podamos ver la relación entre nuestra voz trasmitiendo energía, la misma que proviene de nuestros pensamientos, que a su vez son modelados por nuestras emociones.  Si reflexionas un poco te darás cuenta de la conexión. Lo podemos observar cuando hemos visto física de bachillerato, por ejemplo, con dos profesores distintos en el mismo curso. A pesar de que ambos conocen la materia en manera extraordinaria, la forma de transmitir el conocimiento es más efectiva y hasta más agradable con uno que con otro, esto se debe a el tipo de energía que cada profesor pone al servicio de la clase a través de la emoción que siente al enseñar. Lo mismo ocurre con un pintor que te conmueve con su obra o un músico que te hace vibrar con su interpretación, alguno podría decir que es la sensibilidad del espectador lo que autoinduce el efecto, y si estoy de acuerdo, también un público abierto a recibir  lo transmitido es importante, pero si el emitente no lo hace de manera minimamente correcta, ni con el público más sensible del universo el mensaje  llegará de manera efectiva. Así las cosas, como punto de partida, todo aquel que usa la voz para transmitir un mensaje debe aprender a manejar sus emociones y saber crear estados de ánimo que estén en la misma frecuencia de onda que posee el mensaje. No podemos darle  condolencias a una persona con una amplia sonrisa en nuestro rostro.

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